Existen
varios métodos para ganar a la ruleta, pero infinitos para perder, por lo que el
único método seguro para no perder es no jugar.
Pero para
quien no lo tenga claro, vamos a describir y explicar los únicos tres métodos disponibles
para intentar ganar:
Buscar una ruleta que esté desequilibrada
Por
pura decidía o incompetencia, algunos dueños de casinos no se aseguran regularmente
de que sus ruletas estén bien equilibradas y puede ocurrir que bajo ciertas circunstancias, determinados números
tengan una acusada propensión a recibir la bola por encima de lo que predice la estadística.
Pero
este sesgo estadístico (algunos casilleros están más desgastados, por ejemplo), siempre
existe porque es técnicamente imposible un equilibrado de perfección infinita. Esto es, siempre
habrá números que sean más propensos a salir que otros.
Sin
embargo, y dado que la banca juega con 37 números (el número CERO sólo es de la banca) frente a
los 36 números con los que juega el público, existe un pequeño sesgo de ganancia legal (3,13%)
a favor de la banca, dado que es la que pone la mesa, el crupier y todas las instalaciones que permiten y facilitan el juego.
Pero volvamos
a nuestro problema: si el sesgo físico de la ruleta (deterioro físico) es inferior al
sesgo ganancial legal (3,13%) de la banca, dejará de ser rentable para
el jugador apostar a los números que más propensión tienen a salir.
Existe un
algoritmo matemático que permite saber si una determinada ruleta es o no
rentable para un jugador y a qué números debería jugar, en base a un muestreo
previo de varios miles de jugadas. Son muy pocas las ruletas que cumplen este
requisito.
Algunos
buscavidas profesionales llevan estadísticas de cada ruleta que visitan para descubrir las
que están desequilibradas por encima del sesgo crítico que las hace rentables, y
cuando tienen la suerte de dar con una de ellas, apuestan sistemáticamente a
los números "mágicos", lo que les puede producir beneficios
suculentos.
Estos números mágicos son aquellos que por defectos de fabricación,
golpes o simple desgaste reciben la bola con un sesgo estadístico suficientemente elevado para superar la barrera del 3,13% de ganancia legal de la banca.
Podríamos plantearlo así desde el punto de vista del buscavidas: he descubierto una ruleta con un sesgo físico que me permite ganar el 2%, pero al estar perdiendo un 3,13%, sigo perdiendo, aunque menos que el resto de jugadores. No me interesa.
Estafas
inocentes
Otro método, propio de estafadores profesionales, es
acercarse a un jugador bisoño y confiado y proponerle un método infalible para
ganar. A cambio de sus indicaciones sobre los números a los que debe jugar, el "asesor"
sólo pide el 10% de las ganancias, y solo en el caso de que su cliente gane
siguiendo el método de su invención.
Aunque
el método "mágico" es perfectamente inútil, y dado que, por simple estadística,
cerca del 47% de los jugadores pueden tener una jornada afortunada y ganar, el estafador
cobrará su comisión en el 47% de los casos, sin aportar ninguna ventaja real a
su ingenuo socio.
Es
decir, el incauto jugador no se da cuenta de que ha hecho un pésimo negocio con
el estafador: se ha comprometido a darle el 10% si tiene la suerte de ganar,
pero sin contrapartida en el caso de que pierda, que será lo más probable.
Doblar la apuesta
El
tercer método es el más conocido y se basa en doblar la apuesta anterior cada vez que perdemos. Aunque tiene diferentes variantes todas
llevan al mismo punto. El método es como sigue:
Usted
apuesta a blanco o negro una cantidad fija (diez euros, por ejemplo). Si
pierde, en la próxima ronda apostará el doble (20 euros). Si ahora gana, (dado que la banca de pagará lo que apostó más otro tanto), habrá
recuperado todo lo perdido, pero si volviese a perder, solo tendrá que repetir la apuesta doblando la cantidad
(40 euros) para mantener sus opciones de seguir ganando.
Mientras
que pueda mantener la duplicación (10, 20, 40, 80, 160, 320, 680…etc.) de sus apuesta, ganará siempre, pero existe un
problema oculto.
La
sucesión de apuestas es una progresión geométrica de razón 2 y si, por ejemplo, se equivoca en
10 apuestas sucesivas, tendrá que poner sobre la mesa 5.120 euros para recuperar los 2.560 euros que ya lleva perdidos a lo largo de las 10 últimas jugadas.
Aunque
a primera vista parezca un método mágico para derrotar a la banca, en el fondo se
basa en el principio de ganar poco (10 euros) a cambio de apostar mucho, y
siempre existe un tope que no podemos cubrir, ya sea porque la banca establece
un límite para la apuesta (digamos, por ejemplo, 100.000 euros), ya sea porque
nuestra fortuna también tiene un límite.
Pero se
demuestra matemáticamente y estadísticamente que este método no es mejor ni peor que cualquier
otro, o lo que es lo mismo, que el sesgo estadístico va en nuestra contra y por
tanto, lo más probable es que perdamos.
Sin
embargo, es difícil sustraerse a la creencia de que el método es eficaz, porque
(pensamos) es muy poco probable fallar 10 veces seguidas, tan improbable,
por ejemplo, como que salga negro o rojo diez veces consecutivas, algo que muy
rara vez ocurre.
Pero en
este punto debemos confiar en las matemáticas y en los matemáticos que nos
aseguran que la estadística está en nuestra contra. Naturalmente podemos
comprobarlo comprándonos una ruleta de juguete o usando una APP o un programa informático
de simulación para hacer ensayos sin poner dinero real.
Al
final, después de múltiples experimentos, llegaremos a la conclusión de que la única
fórmula útil a la hora de evaluar nuestras opciones frente a una ruleta es la
relación que existe entre lo que estamos dispuestos a perder antes de retirarnos
del juego frente a la ganancia que nos haría abandonar el casino. Veamoslo con varios ejemplos:
Si me
acerco a una ruleta con el firme propósito de retirarme
cuando pierda 10.000 euros o gane 1000
euros (lo que ocurra primero), tengo 10 veces más posibilidades de ganar, lo
cual no significa que vaya a ganar necesariamente. De hecho, 1 de cada 10 jugadores que actúen
bajo esas premisas, perderá los 10.000 euros íntegros y 9 ganarán 1.000 euros.
Ahora
bien, si estoy dispuesto a retirarme cuando pierda 1.000 euros o gane 10.000
euros, la posibilidad de que pierda 1.000 euros es 10 veces mayor que la de
ganar 10.000 euros. De nuevo, habrá 1 de cada 10 jugadores que gane 10.000
euros mientras 9 de cada diez perderán 1.000 euros.
Es
decir, la única cuestión relevante a la hora de acercarnos a una ruleta es
decidir la cantidad de pérdidas y de ganancias que nos hará retirarnos de la mesa.
Pero
esta decisión tampoco garantiza nada, solo nos indica la probabilidad de ganar
o perder y las cantidades implicadas: a más riesgo, mayores ganancias, esta es
la ley.
Naturalmente
si intentamos repetir diez veces la jugada de mínimo riesgo (apostar 10.000
para ganar 1.000) se convertirá en un juego de 1:1, es decir, tendremos las
mismas probabilidades de ganar/perder 10.000 euros.
Pero en
aras de simplificar, en nuestras especulaciones anteriores hemos omitido el
sesgo legal (3,13%) de la banca que estará actuando permanentemente
sobre nuestras apuestas y que vuelve nuestro juego claramente perdedor,
utilicemos la estrategia que utilicemos.
Pensemos
que nadie monta un negocio millonario para regalarnos dinero y que desde que se
inventó la ruleta, las mentes más brillantes han estado pensando la manera de superar
las sólidas leyes del azar en las que se basa. Si contra todo pronóstico, y
violando las leyes matemáticas, alguien lo hubiera conseguido, no existiría la
ruleta, porque sería una ruina para su promotor.
En
definitiva, si quiere ganar a la ruleta, debe utilizar alguna variante de los
métodos 1 y 2 y olvidarse del 3.
Hay un método adicional, que no hemos mencionado, por peligroso, que consiste en ponerse de acuerdo con el crupier para cometer algún tipo de manipulación fraudulenta. Este método además de difícil de poner en practica, suele acabar muy mal.
Hay un método adicional, que no hemos mencionado, por peligroso, que consiste en ponerse de acuerdo con el crupier para cometer algún tipo de manipulación fraudulenta. Este método además de difícil de poner en practica, suele acabar muy mal.
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